—Me estás haciendo muecas, mujer. Dime, ¿qué jodida mierda intentas ahora?

—Sacarte una sonrisa, idiota. Quita ya esa cara larga, ¿puedes hacerme ese gran favor?

—Casi lo logras, nena. Con ese puchero pareces un jodido ornitorrinco.

—¡Dime, idiota! ¿Los jodidos ornitorrincos muerden? Porque este está a punto de hacerlo

—Pues eres un jodido ornitorrinco muy sexy, la verdad, mujer. Creo que me dejaría morder un poco por ti, ¿sabes? Dime algo: ¿dónde te gustaría morderme tú a mí?

—Te vas a quedar con las ganas esta noche, idiota. ¿Acaso no viste cómo la puta de Valerie no te quitaba los ojos de encima en la taberna?

—No me di cuenta, mujer. Si lo hubiera notado, mínimo le guiñaba un ojo.

—La verdad es que es muy sexy, la muy puta. Dime, ¿ella te excita?

—Ahora que lo preguntas… un poco. La verdad es que sí, es muy ardiente. No puedo mentirme, mujer.

—Tiene un cuerpo muy atlético para toda esa mierda que se mete. Esa mujer no para de esnifar líneas de coca en el baño y de tragarse un par de pastillas al día. Debe tener algún pacto con el diablo.

—Todos necesitamos nuestras pastillas, mujer. Para sobrevivir al mal aliento de los jefes mientras nos asfixian con pendientes inútiles… Creo que deberías invitarla a pasar el rato con nosotros.

—Otra vez con tu idea de mierda del trío, ¿no es así? Has bebido mucho esta noche. Cada vez que bebes así, te viene esa jodida tontería a la mente. Lo veo en tu mirada.

—No es una tontería, nena.

—Claro que lo es. No aguantas ni cinco minutos en el jodido coito. Eres un hombre muy precoz… Imagínate con cuatro senos en una misma cama.

—Eso fue un golpe bajo, mujer. Incluso para ti. No hay nada malo con querer cumplir nuestras fantasías.

—Pues yo también tengo una. Con dos hombres. ¿Qué te parece si invitamos a Carlos de la oficina? ¿Eso te gustaría?

—¿Qué tiene el jodido Carlos que no tenga yo, mujer?

—Pues en la oficina ya han estado con él un par de mujeres, y dicen que es todo un semental insaciable. De esos que te besan todo el cuerpo antes de penetrarte, y cuando finalmente lo hace, sientes la verga hasta lo más profundo.

—Ese jodido enano de metro y medio ni de coña, mujer. Seguro son sus primas las que han regado ese rumor para hacerlo quedar bien.

—Es posible… pero si tú quieres a la puta de Valerie, yo quiero al jodido enano de Carlos con su verga insaciable.

—Pues eso no va a pasar, nena. Tendrás que conformarte con esta verga precoz.

—A mí me encanta tu verga precoz.

—Lo sé, mujer, lo sé. Esta verga precoz te hace gritar y gemir mucho.

—Son los mejores cinco minutos de mi día.

—Pensé que eran al menos diez minutos…

—¿Y por qué te estás cambiando justo frente a mí con esa sonrisa tan pícara? Sabes cómo me pone esa ropa interior de encaje.

—Pues te aguantas. Porque hoy nada de esto será tuyo.

—A ver, mujer… no tengo la culpa de producir esas miradas lascivas en tus jodidas amigas. Anda, ven… acércate un momento a tu hombre.

—No tengo ganas de acercarme a mi hombre ahora. Tal vez después de que pongas algo de música en ese viejo tocadiscos. Quizás ese disco de la alta sacerdotisa del soul que tanto nos gusta.

—Tus deseos son órdenes, mujer. Será algo de Nina Simone…

—Qué manera tienes de moverte, mujer. Tu silueta parece bendecida por el demonio mismo. Y esa boca, ahora bañada en alcohol, es la maldición que un ingenuo Dios dispuso para este pecador. Qué bendita maldición, la de vivir encadenado a tu ser, mujer.

—Me encanta cuando el champagne te vuelve todo un poeta, hombre. Prosigue… y puede que te deje probar estos labios.

—No sé si todo un poeta, nena… pero si estas palabras me dejan probar tus venerados labios, llámame Neruda.

—Tienes acceso a esta boca de momento. Pero dime, ¿te vas a conformar solo con eso?

—Yo quiero todo de ti, mujer. Que Dios solo pueda juzgarme en la ermita que habita en tu entrepierna, y que mis oraciones sean para venerar tu silueta.

—Te estás acercando, mi vida… pero no puedo mentirte. Me gusta mucho más cuando me hablas de manera tan sucia que logras mojarme totalmente. Así que evita por ahora lo políticamente correcto, y viólame con palabras por un rato.

—Eres una maldita manipuladora y lo sabes. Tu lengua viperina juega conmigo, y siempre caigo en tus jodidos juegos psicóticos.

—Lo sé. Pero si quieres probar este coño, entonces abusa con palabras de mí.

—Juegas conmigo, mujer, ¿no es así? Sabes que muero por estar dentro de ti. Pero antes de tan solo querer penetrarte con mi verga precoz, voy a tragarme tu coño entero con mi lengua y comerte hasta lo más oscuro.

—Dime más.

—¿Soy tu puto juguete, no es así?

—Sí lo eres… pero un puto juguete muy atractivo, la verdad.

—La cantidad de poder que tienes sobre mí, mujer, es realmente absurda.

—Sigo sin escuchar esas palabras soeces… las que solo puedan venir de una mente retorcida, sádica, llena de lujuria. Vamos… sé que puedes hacerlo mucho mejor, hombre.

—¿Con que quieres eso de mí, maldita mujer? ¿Quieres tal abuso de mi parte? ¿Quieres que suelte al depravado e infame Mr. Hyde mientras el amable Dr. Jekyll se va por un café?

—Realmente eres una depravada… y por eso me encantas. Esta noche terminará como tantas otras: tú jugando a este juego psicótico conmigo, teniendo todo el poder. Somos dos hedonistas, mujer. Así que deja que te masacre el coño mientras pienso en la jodida Valerie. Y deja que también alcance ese singular clímax que tanto nos caracteriza.